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Barú fue su maestra y allá ella no enseñó nada, sino que le enseñaron

Este blog está escrito por Laura Vargas, parte del equipo de Kowü Colombia, un emprendimiento social . Sigue el Instagram de Kowü aquí y encuentra sus productos en La Tiendita.

 

Según distintas definiciones, camellar es: “la actividad física y/o mental que realiza un colombiano en busca de remuneración”. En otras palabras, es “la acción de ganarse ´la papita´”. Sin embargo, para Kowu, “camellar” va un poco más allá de eso, se trata no solo de generar acciones para dejar huella en su comunidad, sino también, en reconocer el camello de los demás.

Hoy, la palabra camelladora se queda corta para la persona que le vamos a presentar. Por eso, le recomendamos que, si no conoce a Mariana Sanz de Santamaría, se quede y lea la historia de esta pelaá - como le dice a sus estudiantes- que, a través de la educación, no sólo ha dejado huella en Barú sino que es ejemplo para toda Colombia.


Desde chiquita, Mariana sabia pa’ donde iba. Cuando se graduó del colegio se fue a África a hacer un voluntariado y después, decidió estudiar derecho porque no podía con la injusticia social de nuestro país. Lo que no se esperaba, era que después de 5 años de estudiar - en los que, además, tuvo mil iniciativas relacionadas con la paz, trabajó en la Unidad Víctimas e hizo parte de proyectos educación experiencial - se iba a dar cuenta que su forma de cambiar Colombia no era leyendo sentencias ni teniendo un título, sino educando


Por eso, “Enseña por Colombia” era la justicia social que tanto buscaba. Este programa manda a profesionales apasionados por la educación a ser profesores de colegio durante dos años, en los lugares más vulnerables del país y, en el 2018, cuando Mariana se graduó de la universidad, la mandaron a Barú; una isla al lado de Cartagena donde pensó que las dificultades no eran tantas como en otros destinos llenos de conflicto armado, pero se encontró con un lugar donde había algo peor: exceso de olvido...


Cuando llegó se dió cuenta que no había agua, ni puesto de salud, ni alcantarillado y el colegio estaba caído… pero, sin duda, esa isla le dió una maestría en realidad colombiana, en humildad, en fenómenos sociales, en manejar 38 grados y en champeta … y, por eso, dice que Barú fue su maestra y que allá ella no enseñó nada, sino que le enseñaron.

Desde que llegó, “la seño” -que es como le dicen- hizo todo para ser la mejor profesora posible. Por eso, como cree firmemente que lo más importante en la educación es la forma y no el fondo, con los útiles escolares que recogió en vez de pedir regalos de cumpleaños - cosa que hace desde los 20- se craneó todas las actividades habidas y por haber para llenar de conocimiento a los 370 estudiantes a los que les dictaba clase. Fue profesora de sociales, inglés, educación física, arte y lectura en salones de 58 estudiantes, donde lo que muchas veces faltaba era el orden, el compromiso y el respeto, pero nunca la vocación.


Mariana trabajaba muchas horas y, además, le tocaba ser médica, psicóloga, papá, mamá y profesora, porque allá no había nada. Pero, aunque dice que ser un profesor rural en este país no es nada fácil, también dice que por eso conoció el amor incondicional de no esperar nada a cambio y entendió que la educación es su motor


Así, como todo lo que hace lo hace al 300%, siempre dió un poquito más. Se acercó al consejo comunitario como abogada para ayudarlos con una tutela para poner un puesto de salud En las noches se quedaba con los pelaos más grandes para enseñarles inglés y consolidar “Focus Barú”: un grupo de guías turísticos bilingües para su pueblo y cuando llegaba a su casa después de eso, recibía a los chiquitos para leer . Pero ahí, cuando ya trabajaba 18 horas, sintió que algo hacía falta, algo que hacía, y aún hace parte de ella y por lo que tenía que esforzarse: las mujeres.



Mariana se dio cuenta que en Barú las niñas no iban al colegio porque tenían la menstruación, había violaciones, discriminación, maltrato y muchos embarazos… pero de eso nadie hablaba. Por eso, empezó un círculo de mujeres los sábados, en los que hacía talleres para hablar de los mitos, los miedos, la educación sexual y los derechos de las mujeres. Así, logró llegar a lo más profundo de esas pelaas y las transformó en unas lideresas.


Mientras en el 2018 hubo 18 embarazos en la isla, en el 2019 solo hubo 4 - 77% menos-. Ahora ellas hablan de placer responsable y les enseñan a las niñas de otras comunidades sobre sus derechos sexuales y reproductivos. Gracias a la “seño”, las niñas de Barú hoy tienen copas menstruales, tres pudieron abortar legalmente acompañadas por ella y todas fueron al Women Economic Forum a contar sus experiencias. De todo esto, nació baruleras poderosas ,que ahora se convirtió en “poderosas”: su emprendimiento - que busca abrir círculos de mujeres (y también de hombres) en muchas partes del país donde se necesita hablar de lo que no se habla.


Actualmente Mariana es asesora en la Secretaría de Educación de Bogotá, sueña con que poderosas sea una realidad en toda Colombia y se va a Harvard hacer una maestría en educación y políticas públicas, becada por su historia de vida. En 10 años se ve como Ministra de Educación y su lema de vida es que hay que ser intenso con lo que uno está convencido, y hoy, sólo nos queda una pregunta:


¿Qué está esperando para que cuando lo piensen la palabra “camelador/a” se le quede corto?

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